Una boda en medio del campo en Puerto Vallarta.

La historia de amor de Adriana y Javier siempre estuvo entrelazada con la naturaleza. Años atrás, bajo la sombra de un árbol, susurraron sus sueños, marcando el inicio de su camino juntos. Su boda se celebró en medio del campo en Puerto Vallarta, bajo el abrazo de un árbol diferente, pero la esencia permaneció intacta: su amor tenía raíces profundas y se fortalecía con el tiempo. Este nuevo árbol, alto y firme, se convirtió en el testigo silencioso de sus votos, una continuación de la historia que habían comenzado tiempo atrás.

Adriana y Javier entraron a la ceremonia de la mano, acompañados por sus queridos perros que trotaban alegremente frente a ellos. Sus peludos compañeros, vestidos con elegantes trajes, eran más que simples invitados, eran familia, una parte integral de su historia de amor. El altar se alzaba justo debajo del árbol, su presencia simbolizaba crecimiento, resistencia y devoción inquebrantable. Sus votos se elevaron al aire libre, llevados por la suave brisa y el susurro de las hojas, mientras familiares y amigos observaban con admiración. Aunque este árbol era diferente del que una vez fue testigo de su inicio, ahora se convirtió en el guardián de su futuro, un lugar donde el amor podía echar raíces de nuevo.

Al caer la noche, la celebración se transformó en un evento íntimo bajo un manto de estrellas, con luces destellantes que se extendían elegantemente sobre el cielo, proyectando un cálido resplandor dorado sobre la noche. Adriana y Javier compartieron su primer baile, moviéndose con naturalidad y armonía, expresando la felicidad y emoción que vivieron en ese momento. Las mesas del banquete estaban adornadas con flores blancas, acompañadas con velas que iluminaban la delicada vajilla, la cristalería reflejaba la luz ambiental.

Algunas bodas se definen por la extravagancia, pero esta boda encontró su belleza en algo mucho más profundo: la historia, la continuidad y la increíble magia del amor y conexión que se extiende a través de los años y los lugares. Su amor permaneció constante en los campos de Puerto Vallarta, rodeados de la grandeza de la naturaleza y el cielo infinito, se adentraron en la eternidad, juntos, como siempre habían estado.

Fotógrafo de bodas México